21 sept 2012

Vecino Nuevo

La crisis nos está matando a todos. Llevo viviendo en la ciudad cosa de dos años, en un piso modosito, lo justo para mi.
Hace un par de meses se instaló en el piso de al lado un nuevo vecino. Llevo echándole el ojo desde que le vi cargar con un montón de cajas. ¡Qué brazos! ¡Qué espalda...! Mmmmm...

Hasta el sábado pasado por la mañana no habíamos cruzado ni un simple "hola" en las zonas comunes, pero ha llegado todo rodado...
Como cualquier sábado, me levanto temprano para ir a hacer la compra. Me planto mis pintas de maruja, pelo semi recogido en un moño, pantalón cómodo y camiseta fresquita, que ya va pegando el calor. Cojo el coche y voy directa al súper.
Tocaba compra grande, para tirar todo el mes... Para variar, recorro los pasillos del supermercado como una energúmena, a paso ligero y mirando en vistazos rápidos las estanterías. Odio ir de compras, por eso lo hago lo más rápido posible. No soporto el marujeo que se traen en la carnicería y mucho menos la calma con que se lo toman las cajeras... ¡me desespero!

Llevaba el maletero del coche a rebosar de bolsas. Aparqué y empecé a sacar el cargamento. Cerré el portón del maletero y comencé a coger bolsas. El bolso colgando del hombro, las llaves de casa en la boca y haciendo malabares me dirijí al ascensor. Como buenamente puedo, doy al botoncito; no suelto ni una sola bolsa a pesar de que la sangre deja de llegar poco a poco a mis preciados dedos. El ascensor sólo tarda unos segundos en llegar pero se me hacen eternos. Mientras abre lentamente sus puertas miro al techo y suspiro, deseando llegar a casa para soltarlo todo.

Una vez dentro, vuelvo a pulsar el numerito que me llevará a casa. Las puertas empiezan a cerrarse y oigo una voz intentando alcanzarlas. Suelto las bolsas para darle al botón que las abre y una mano se cuela por el hueco.

Efectivamente, es él. Sonriendo resopla, me agacho a coger de nuevo las bolsas y sin dejar de sonreir, se apresura a ayudarme. Ya se están abriendo de nuevo las puertas, le agradezco su ayuda y me acompaña a la puerta de casa.
- Puedes dejarlas ahi, ya las voy metiendo yo poco a poco. Muchisimas gracias.
- No, no, para nada, abre la puerta, anda.

Abro la puerta y voy metiendo bolsas, entra detrás de mi con el resto y lo suelta en la cocina. Como hace un calor insoportable, le ofrezco tomar algo y, sorprendentemente acepta la invitación.

Nos sentamos cómodamente en el sillón y charlamos de forma animada mientras nos tomamos una cerveza bien fría. Llega la hora de irse. Nos despedimos con un par de besos en la mejilla e intercambiando los teléfonos.

Pasan los dias como siempre. Ni siquiera recordaba que le había dado mi número... ni que yo tenía el suyo... Limpiando el polvo encuentro el papelito donde lo apunté, lo miro un par de segundos sin saber muy bien qué hacer... ¿llamo, no llamo...? Finalmente, descuelgo y me lanzo.
- Buenos días. - Me dice con voz soñolienta.
- Buenos días, guapisimo. Soy tu vecina. Me preguntaba si querrías venir a comer conmigo.

Ya me había lanzado, era una pérdida de tiempo echarse ahora para atrás, de manera que, callada, espero su respuesta. Mis uñas golpetean la mesa y me muerdo el labio esperando una respuesta afirmativa.
Tarda unos segundos hasta que, entre titubeante y sorprendido, acepta.
- ¡Genial! ¿Te espero a eso de la una y tomamos algo antes de comer?
- Si, ok... un beso.

Se me acelera el pulso y un mareo me nubla por un momento los buenos pensamientos. Miro el reloj corriendo, aparto con un rápido movimiento el flequillo que cae sobre mi frente y me pongo manos a la obra.
Mesa puesta, todo está preparado, yo incluida. Para no ser demasiado evidente, me pongo unos vaqueros, que me sientan de lujo, eso si. Un top ajustado que marca mi canalillo y unas sandalias de tacón.

Con las cacerolas aún en el fuego, me aseguro de que haya un par de jarras de cerveza en el congelador, latas en la nevera y echo un vistazo rápido para comprobar, una vez más, que esté todo listo y perfecto para la ocasión.
Cristian es puntual. Y educadísimo. Al abrir me muestra una botella de buen vino. Le invito a pasar y ponerse cómodo.

Para ir abriendo boca, lleno las dos jarras heladas de cerveza y pongo algo de picoteo. La vergüenza desaparece a cada sorbo.
Comemos, bebemos, la botella de vino baja vertiginosamente, nos contamos nuestras cosas, reimos y el tiempo vuela. Sin darnos cuenta nos ha caído la tarde contándonos nuestras vidas.
El buen rollo que ha surgido es evidente, y ninguno de los dos tiene prisa porque la tarde acabe. Muy amable, me ayuda a recoger la cocina. Le invito a que se ponga una peli mientras meto los cacharros en el lavavajillas y hago unas palomitas. Full Monty. Buena elección, ¡hacía montones de años que no la veía!

Cuando acaba la peli, es casi la hora de cenar y suena el móvil de Cristian. ¡Qué inoportuno!
- ¡Ay! Casi lo olvido! Si, si, ven, estoy en casa. ¿Te quedas a dormir, cariño?

Me quedé a cuadros. No quería ni respirar. Se levantó del sofá sin haber colgado aún. En cuanto colgó, se disculpó, cogió sus cosas y salió corriendo por la puerta.

Me quité los vaqueros y las sandalias, me desmaquillé, abrí la nevera y cojí una cerveza. Fui en braguitas al baño, me senté sobre el borde de la bañera y abrí el grifo. Encendí velas y llené la bañera de espuma. Mmmmm... Me encantan estos baños largos, relajantes, con bombas y sales.
Bajo el agua acaricio mi cuerpo y, sin darme cuenta, me dejo llevar por el placer. Me encuentro gimiendo bajo la espuma con movimientos lentos, suaves, dándome el cariño que no me dan unas manos fuertes y masculinas. Acaricio mis pezones, parcialmente ocultos por la espuma, tras unos minutos mágicos en los que sólo yo soy la protagonista, alcanzo el éxtasis. Mi respiración se entrecorta, es rápida. Permanezco bajo el agua tibia, con los ojos cerrados, relajada. Salgo de la bañera y me enrrollo en la toalla. Me seco cuidadosamente, me enbadurno de crema hidratante con olor a coco y extiendo la crema. Me pongo el pijama y duermo placidamente.


A la mañana siguiente, suena temprano el timbre. Salgo de la cama aún con los ojos cerrados y abro la puerta extrañada, sin mirar por la mirilla. Una niña rubia, de grandes ojos y guapísima me mira de arriba a abajo.
- ¿Quieres algo, peque?
Mira para atrás expectante. Detrás de ella se abre la puerta de casa de Cristian. Lo primero que veo es una bolsa marrón y grasienta. Un olor a churros recién hechos invade el pasillo. Sonríe y, pidiéndome disculpas por su huida repentina de anoche, me ofrece la bolsa.
- Pasad.
La niña, muy educadita, esperó hasta que Cristian le dio permiso para pasar.
- Disculpa lo de anoche. Me llamó la niña, mi hermana salía de fiesta y ella se venía a dormir a casa. Lo olvidé por completo.
En ese momento entendí ese tierno "¿Te quedas a dormir, cariño?" Que salió de su boca el día anterior. Preparé café para nosotros y un colacao para la niña.

- Así que es tu sobri... Es monísima. ¡Y un encanto! Mírala, que quietecita está.
Desayunamos los tres, y me fui a dar una ducha. Como la hermana de Cristian no volvía hasta la hora de la comida, fuimos a dar un paseo por el parque, para que la peque estuviera entretenida. Mientras, su tío y yo, nos devorábamos con la mirada.
Cuando su sobrina se fue, llegó nuestro momento. Habíamos pasado un día estupendo, jugando y riendo con la niña, pero la hora de los juegos había acabado. Me invitó a pasar a su piso.

Tras todo el día buscándonos la mirada, la vergüenza la dejamos en la calle. Me cogió de la mano y fuimos directos al dormitorio. Me tiró con suavidad sobre la cama, acariciándome la parte interna de los brazos y la cara. Bajó con delicadeza mis pantalones cortos, y se quitó la camiseta. Sus abdominales estaban bien marcados, tenía un tono bronceado, su piel era suave, y yo creía que me estaba volviendo loca. Me quité la camiseta. el sujetador aún oprimía mis pechos.

Sus lengua recorrió mi vientre hasta llegar a las braguitas. Se ayudó con las manos y las bajó despacio, muy despacio, con una ternura que me ponía la piel de gallina. Hundió su cara entre mis piernas, y con su lengua me hizo tocar las estrellas. Sin prisa me hizo disfrutar. Con los ojos cerrados sentía más profunda su lengua, que se deleitaba en mi clítoris, con suavidad mordía los labios y me humedecía cada vez más. Su lengua vivaracha presionaba mi zona más profunda, haciéndome vibrar con cada una de sus lengúetadas. 

Tomó ayuda de sus manos; con una continuaba acariciándome. Las piernas, el muslo... Con la otra, entró en mí. Con desenfreno movía sus dedos, los notaba en el interior de mi vientre, no podía evitar el placer. No quería evitarlo. Tiré de él hacia mí, estaba loca por tenerle dentro. No quería seguir alargándolo. Retiré su ropa interior mientras me besaba apasionadamente. Sus besos sabían a mí. Su lengua buceaba en mi boca con soltura, enlazándose con la mía. Entró sin esfuerzo, haciéndome aguantar la respiración durante unas milésimas de segundo. Abrí los ojos al notarlo, sobresaltada e impresionada por la sensación que aquello me produjo. Volví a cerrar los ojos besándole con más ganas, abrazándole con fuerza y moviendo las caderas para sentirlo más profundamente.

Sus caderas toman ritmo y fuerza de forma repentina. Me encanta como me lo hace. Coje mis brazos y los coloca por encima de mi cabeza, entrelaza sus dedos a los mios, me besa y continúa con fuertes acometidas que hacen que pierda el control.
Siento cómo los músculos de mi vagina se retraen, signo de que llega mi eretismo. Aprieto sus manos. Es consciente del placer que me provoca. No se detiene, continúa con sus sacudidas. Coje mi pierna derecha y se la apoya en el hombro. En esta postura, la profundidad a la que llega su miembro es infinita, además, le permite acariciarme. Con una mano, mientras invade mis entrañas, me toco. Aprovecho para darme el doble de placer. Siento cómo se hincha mi pequeño botón. No puedo parar de gemir, se me escapa algún gritito. Cristian baja mi pierna y me coge firmemente de las caderas, dándome la vuelta. Me pone a cuatro patas. Continúa escurriéndose en mí, agarrando impávidamente mis nalgas, que se mueven al ritmo que él marca. Me encuentro en el cielo. Sin darme cuenta, estoy pidiendo más. Con unas ganas salvajes de guerra.
En esa postura, y con la profundidad que me lo hace, no tardo en mojar las sábanas. Minutos después, sale de mi en un movimiento ligero y noto sobre mis posaderas el calor que emana su cuerpo.

Estamos totalmente extasiados. Nos tumbamos para recobrar el aliento todavía desnudos. Me da un beso fugaz en la boca. Respiro profundamente y me levanto, intento arreglarme un poco el pelo, le miro, está tumbado mirándome y me acaricia la espalda. Sonrío. Recojo mi ropa y me visto. Se enrolla una toalla en la cintura y me acompaña a la puerta. Cuando ya tengo medio cuerpo fuera, me coge de la mano tirando de mí y me besa de nuevo. El beso es tierno y apasionado. Le guiño en ojo. Estoy convencida de que esto no acaba aquí.

4 comentarios:

Jose - fotos eroticas dijo...

Que peligro los vecinos y las vecinas, jajaja, hace apenas un año que me mudé aquí y le tengo echado el ojo a una vecinita... pero no me atrevo (está casada)

Pero está en mis fantasias cuando me hago un homenaje a solas... eso no me lo puede quitar nadie

Saludos

Maléfica dijo...

Buenos dias Jose:

Pues di que si! que haces divinamente! En tu intimidad q no se entrometa nadie, y tú sigue disfrutándolo!

Un besazo enorme!

Lucy dijo...

Buen dia

Contacto con Ud. para proponerle un intercambio de enlaces mediante el cual vernos mutuamente beneficiados.

Cuento con una web de escorts y me gustaria que agregue mi link, a cambio de ello agregaria su link a mi directorio y a mi blog de adultos en blogspot, si esta de acuerdo hágamelo saber

Gracias por la atención.
lucy.caceres2011@gmail.com

Rodrigo Fúster dijo...

Y entraste en la ducha sin dejarme tiempo para pensar en lo que estaba ocurriendo, y mientras una de tus manos se apoderaba de él, la otra rodeaba mi cuello, para atraerme, atrapándome con tus labios en un beso que se había escondido en mis pensamientos, reclamando que

nunca volvería a salir. Pero era tarde para decidir, ya el agua mojaba tu vestido dibujando tus nalgas tan redondas y maduras, que mis manos no desaprovecharon el momento para , tomándote de la cintura , ceñirte a mí.

Follow me