31 may 2023

¡Notición!

Holaaa!!

Hoy no traigo ningún relato, hoy traigo notición!
Los que me seguís por aquí desde hace tiempo, sabéis que amo escribir. 

Pues… mi sueño está tomando forma y estoy participando en una antología colaborativa de relatos románticos-eróticos. 
Se trata de un libro en el que participamos 6 autores, cada uno aportando su propio relato. La editorial Diversidad Literaria ha querido contar con nosotros para publicar el libro “Entre tu piel, la mía” y la venta del mismo se hace mediante crowdfunding. ¿Qué significa eso? Que la editorial lanzará la publicación si alcanzamos un total de 100 ejemplares vendidos hasta el 19 de julio. ¡Y la buena noticia es que ya llevamos 95!

Si tú también quieres colaborar conmigo, te dejo el link en el que puedes conseguirlo: 

https://bit.ly/42LzBdj


Lo único que debes hacer, es seleccionar mi nombre donde pregunta con qué autor quieres colaborar, seleccionando del desplegable, Itziar Castaño. Y en nombre de mecenas poner tu nombre y, para que pueda identificarte, añade BLOG.
Te adelanto la portada del libro, ¡que tendrá relatos para todos los gustos!
¡¡Muchas gracias 😊 por todo vuestro apoyo!!

24 abr 2023

Domingo de resaca

Todos sabemos cómo acaban la mayoría de los sábado noche cuando se sale de fiesta. Pues yo no iba a ser menos.

Rondando los treinta, con el corazón hecho trizas y un odio hacia los hombres que roza lo sospechoso, asi se encuentra mi vida sentimental en estos momentos. Si a eso le sumamos amigas, agua con misterio (como dicen en la tele), tacones, vestidos provocadores y ganas de juerga, el resultado es una bomba.

Sábado noche, ¿la fiesta? Como de costumbre; perfecta. Sonrisas, miradas furtivas, roces tontos, más risas, bailes, copas van, copas vienen y la libido en aumento. A eso de las 6 am, decido ponerle un poco de cabeza y madurez al asunto y volver a casa en taxi, ya volveré a por el coche cuando sea capaz de caminar en línea recta y sin hacer equilibrios por mantenerme.

En la esquina de una gran avenida logro parar uno mientras intento no caer de mis 14.5 centímetros de tacón, me despido de mis chicas y subo al vehículo.
- Buenas noches. ¿Me llevas a casa?
- Si claro, si me dices dónde vives. Para eso estoy aquí

Él es joven, lleva gorra y no le veo la cara, pero la voz es súper sexy ¡y parece simpático! Le doy las señas intentando que mi lengua no se haga un nudo y vocalizando lo mejor posible. Ante todo, hay que  mantener las formas, todo lo que se pueda, claro...

Suena mi móvil, es Ana. Lo que faltaba... ahora hay que mantenerlas durante toda una conversación. ¡A ver cómo sales de ésta, bonita!, pienso.
A pesar de que llevamos toda la noche juntas, ésta charla es de suma importancia, ¡hay que comentar los mejores momentos de la noche y sacarle el jugo!
Entre muchos bla, bla, bla, se me cuela un "pues estoy tan caliente que me tiraba ahora mismo lo primero que se me pusiera a tiro" Mala idea, iba en taxi, no estaba sola, y algo me dice que quien me llevaba a casa se lo estaba pasando pipa con la conversación. Puedo ser muy perspicaz si me lo propongo.

Cuando cuelgo, mirando por el retrovisor y viendo cómo el taxista se sonríe, intento desviar su atención comenzando una conversación (si, eso he dicho, conversación. A mi me va lo difícil, definitivamente).
No estoy en condiciones, lo sabe, lo sé y lo máximo que consigo es darle mi número. Bueno, más bien lo que consigue él. Por fin llegamos a mi casa. Pago la carrera, y al fin le veo la cara, ¡está cañón!, sin querer me muerdo el labio, vuelve a sonreirse, ¡a este chico no se le escapa una! Mientras abro la puerta para salir del taxi, me toca la pierna para llamar mi atención, sorprendida me giro a mirar qué quiere, sonriendo, me dice - Rubén, encantado.- Le devuelvo la sonrisa y me voy deseando que me trague la tierra, aún tambaleándome y buscando las llaves en el bolso.

Cierro la puerta tras de mi y suspirando aliviada por estar en casa. Mientras lanzo los zapatos por los aires, suena el móvil. ¡Oh, no! otra vez no - pienso -. Es un whatsap. Abro la aplicación, no conozco el número pero sé quién es:
- Soy Rubén, sigo en la puerta y estoy a tiro.

Sin pensarlo demasiado abro la puerta y salgo descalza, sólo con las llaves de casa. Me da morbo la idea de volver a hacerlo en un coche, como cuando era una criaja y no tenía más remedio. Abro la puerta del copiloto y monto. No sé quién estaba más sorprendido, si él, o yo.
 
Vamos a una zona poco concurrida, los rayos de sol empiezan a asomar entre los edificios y el día comienza. Mientras conduce, mi mano se posa sobre su muslo y se acerca peligrosamente a su entrepierna. Le noto nervioso, me quito el cinturón de seguridad y me inclino a besarle la oreja. No tarda en encontrar un buen lugar donde nadie nos vea.

Se gira mientras detiene el motor y me besa apasionadamente. Me enciendo, le arranco la gorra de la cabeza, retira el asiento hacia atrás y me subo sobre él a horcajadas sin dejar de besarnos. Su lengua se cuela en mi boca y busca con deseo la mía. Se encuentran y se enlazan mientras bailan juntas. Sus manos, posadas en mis muslos, comienzan a subir mi vestido, dejándome en ropa interior frente a él. Sin dejar de besarnos, desabrocha con certeza mi sujetador, dejando al descubierto mis pechos, con los pezones duros por la excitación. Hago pequeños círculos con las caderas sobre él. Entre mis piernas puedo notar cuánto le gusta y siento cómo el calor me invade.
Sus manos acarician mi espalda y alcanzan mis pechos, acerca su boca a ellos y los devora haciéndome gemir.
¡Joder! ¡Estoy excitadísima! Mis manos revoltosas y juguetonas empiezan a desabrochar su vaquero. Su respiración se acelera y des acompasa. Me lanza una mirada profunda, en sus pupilas puedo ver su deseo. Le muerdo el labio inferior mientras cuelo una de mis manos bajo su bóxer y agarro firmemente su miembro, deslizando mi mano y ejerciendo cierta presión sobre él. Aquello crece sobremanera, parece que va a estallar, asique lo libero de esa tela elástica que lo estrangula.
Con picardía, me llevo un par de dedos a la boca y los mojo con mi saliva para después llevarlos de nuevo a su pene y rozarle con ellos. Mi mirada permanece clavada en sus ojos, mientras contoneo mi cintura y mi boca se entreabre debido a la excitación.
Me agarra fuerte de la cintura, elevándome y clavándome sobre su erección. Le siento duro, caliente, llegando hasta lo más profundo de mí. Me maneja firmemente y con decisión, guiando mis caderas con sus manos y moviéndome ritmicamente.
Me agarra del pelo y tira de él. Ese gesto, sin previo aviso, me pone a mil, arqueo la espalda echando la cabeza hacia atrás y gimo sin poder evitarlo.
Me embiste fuertemente haciéndome estremecer y clavando mis uñas en sus hombros. 

Los cristales están empañados, y nuestros gemidos y respiración acelerada y entre cortada, rompen el silencio del alba. Sus manos se enredan en mi pelo largo y suelto mientras mis caderas se mueven acompasadas sobre él, haciendo que me penetre profundamente. Su lengua juguetona acaricia mis pezones y me hace retorcerme de placer. Agarra mi trasero mientras acelera el movimiento de mis caderas hacia arriba y hacia abajo y exploto de placer en un gemido ahogado por el sofoco. Nos miramos fijamente a los ojos y sale en un movimiento rápido para terminar fuera. Estamos extasiados y nuestra respiración, aún acelerada, disminuye su ritmo despacio.

De repente me doy cuenta de lo que acaba de ocurrir y se me escapa una carcajada dulce y rebelde; me sonrojo.
Rubén, amable y cariñoso, me besa de nuevo y me acaricia el cuello. 
- Ha sido la mejor carrera de mi vida. - Me devuelve la sonrisa y me ofrece ir a desayunar. Aprieto mis labios al tiempo que se tuercen y señalo mis pies descalzos. 
- Mejor preparo el desayuno en mi casa.

Conduce de nuevo hasta mi domicilio y aparca. Le invito a entrar y preparo café y tostadas.
Volvemos a fundirnos varias veces más a lo largo del día y a última hora de la tarde, extasiados y agotados, nos despedimos prometiendo volver a vernos.

Ahora si, sola en casa, llamo a Ana y le cuento lo que ha pasado. Es una anécdota para recordar, definitivamente.




Uno rapidito...

Todos, quien más, quien menos, ha echado uno rapidito alguna vez en su vida, ¿o miento? Si, si no digo lo contrario, que no están mal. De hecho, los hay que son geniales, no se trata de cuánto duren, pero es que a mi, esos polvos, me dejan con ganas de más.


Pues hoy he tenido uno de esos (de los rapiditos, no de los estupendisísimos)

Todo totalmente premeditado. La conversación por whatsap ha sido directa y clara.

- Nena, ¿uno rapidito?


Pero es que yo no creí que se lo fuera a tomar tan al pie de la letra. Evidentemente, he aceptado la proposición. Porque sí, porque tenía ganas y punto. 20 minutitos de coche, que hoy me tocaba moverme a mi. Un polígono, y un coche.

Estáis en situación, ¿verdad?



Un beso, un par de frases cariñosas, un halago por mi nuevo look y cuando me quiero dar cuenta, su mano ya está bajo mi falda. Un mordisquito en la oreja que me hace exhalar un pequeño suspiro y ¡zas! El tanga por los tobillos.


¡Pero bueno! Este chaval es mago, ¿o qué? ¿Cómo lo ha hecho? ¡Pero si no me ha dado tiempo ni a darme cuenta! Pero es que eso no es todo. Un par de besos más y su dedo ya estaba dentro.

En un intento por hacer que se lo tomara con calma, me he agachado despacito y mirándole a los ojos, hasta tener a la altura de mi boca ese juguetito que tanto gustirrinín me da.

Si, señores! Adelante, pueden criticarme. Me gusta el sexo oral. Me encanta.

De hecho, ya no sé si me gusta por el placer que otorga o por simple vicio.


Pues ni con esas, ¡que no me ha dejado recrearme! Con un "ven, nena" me ha colocado de espaldas a él y ha remangado mi falda.

Hacia tiempo que no sentía el calor del capó del coche bajo mis manos. Y me gusta, porque a todos nos gusta hacerlo al aire libre. Da morbo, claro que si! 

En un abrir y cerrar de ojos me he encontrado gimiendo y rompiendo el silencio de la zona. Porque estaba disfrutando de lo lindo, pero qué poco dura la alegría en la casa del pobre.

- Nena, córrete que no voy a aguantar mucho mas.


A sus órdenes, capitán. Lo he intentado, para qué negarlo. Pero la postura y la circunstancia no eran propicias. Me ha tocado fingirlo, si. Y creo que no se ha dado ni cuenta... Pobre. Sólo espero que no piense que ha sido el polvo de mi vida (que los hay de esos, encima. Pero eso ya, para ptra entrada)

Ha salido en un abrir y cerrar de ojos y ha terminado en mi boca.


Un detalle traer toallitas húmedas y agua para mi, cariño, las cosas como son.


¿El resto? No tiene importancia. Una charleta, cigarro incluido y sin darme cuenta le estaba preguntando cómo volver a casa.


Le perdonamos porque es la primera vez que me lo hace, ¿no?


Ea, ya me he quedado a gusto!


Besitos de buenas noches.


22 ene 2015

Así somos las mujeres

Estamos llenas de dudas, de crisis internas sin sentido, de nervios, de hormonas que bailan a su antojo haciéndonos perder los papeles.

A veces, no nos aguantamos a nosotras mismas. Un día podemos amar con locura y, en tan sólo 10 minutos, no querer ver ni el nombre de esa persona.

Gritamos como histéricas; ante preguntas como qué te pasa, respondemos NADA, cuando está claro que algo nos quema por dentro.

La mitad de las veces no sabemos ni lo que queremos, o si, y lo tenemos TAN claro, que sabemos que NO ES LO QUE NOS ESTÁN PLANTANDO DELANTE DE LAS NARICES, adivina.

Hay días que podríamos llorar hasta por el zumbido de una mosca, sólo queremos abrazos, mimos, chocolates y detalles y... normalmente, seamos sinceras, no cumplen nuestras expectativas (quizás elevadas), y pasamos de ser un osito de gominola a ser un feroz dragón escupiendo fuego por la boca en cuestión de milésimas de segundos.

Nos molesta cuando sentimos que invaden nuestro espacio; y nos damos cuenta de la forma más tonta, cuando su cepillo de dientes reposa junto al nuestro, o empezamos a tener ropa suya en nuestro armario. Nos llevamos las manos a la cabeza y llamamos al CONSEJO (dícese del grupo de AMIGAS IN-CON-DI-CIO-NA-LES que acuden a nuestra llamada de urgencia para desaturullarnos la cabeza o, en su defecto, hacernos el lío mas grande)

Las noches de consejo, a las que también bautizamos como Noche de chicas, son imprescindibles en nuestras vidas. Sobre todo si ya se tiene pareja. Son nuestra válvula de escape, algo así como el partido del domingo para muchos de ellos, y además son la excusa perfecta para darle al vino, criticar sin compasión, subirnos a los tacones y remangarnos la falda. En fin, desmelene total.

Pues si, así de complicadas somos, pero CÓMO ME GUSTA SER MUJER!!

9 abr 2014

Cerrando capítulos (definitivamente, espero)


Y ahora disfruto de tu ausencia, esa ausencia que antes me hacia echarte de menos y ahora hace que te eche de más. 
Libero hueco en el armario, en el baño y la mesita.
Dejo marcos vacíos, con preciosos espacios por llenar, y ninguno de ti.
Las paredes se tiñen de silencio, ese mágico silencio que tus voces rompían y que yo tanto añoraba volver a escuchar. Disfruto de este espacio, que es tan mío como mi propia vida. Vida en la que no tienen más cabida tus manías.

27 jun 2013

El arte de desnudarse

Adoro mi cuerpo y me encanta cada rato que paso con él a solas, cada momento que nos regalamos, esos momentos íntimos en los que el mundo se para. Toda mujer vive ese momento, pero pocas mujeres se paran a disfrutarlo.

Uno de los momentos del día que más placer me provoca es la hora de desnudarme. Me parece un momento íntimo, personal, erótico.

No importa el día que haya tenido, la hora que sea o de donde venga. Ese momento mágico en el que entro en casa y, una vez suelto lo que lleve en las manos, simplemente, llega.

Cuidadosamente, y mientras acaricio el lóbulo, retiro, uno a uno mis pendientes. Después, si llevo el pelo suelto, lo aparto y lo dejo reposando sobre mi hombro para quitarme el collar o la cadena. En este sensual baile, mientras mis brazos se mueven, las pulseras se balancean, arriba y abajo. Chocando entre sí y produciendo un dulce tintineo. Con una de las manos, abrazo las pulseras y las hago salir por mis huesudas muñecas. Las dejo reposando también en el tocador.

Saco zapato a zapato lentamente. Mi estatura disminuye considerablemente. Qué placer deshacerse de esas alargadas y finas agujas que llevan todo el día soportando mi peso, mis pasos, mis contoneos.

Lucho levemente con la cremallera que lleva el vestido en la parte de atrás. A media espalda, me ayudo con las dos manos.
Lentamente, no tengo prisa. Una vez la cremallera está abajo, deslizo un tirante, luego el otro y tiro de la tela hacia abajo, noto cómo se hunde en mi pecho al pasar por ellos. Termino de bajar el vestido por mis caderas hasta que cae sobre mis pies. Lo recogo delicadamente y lo dejo sobre la cama.

Mi conjunto de ropa interior, cuidadosamente escogido por la mañana, y unas sensuales medias negras con liguero, es lo que me cubre en estos momentos. Coqueta, me miro en el espejo, acaricio el encaje de mi sujetador, y cubro con las palmas de las manos sus copas. Sujetadores mágicos, que elevan mi escote y lo hacen deliciosamente apetecible. Tiene el broche delantero. Lo hago desencajar y mis pechos saltan, libres de su opresión. Los pezones están duros. Acaricio mi vientre y rozo el borde de la braguita, deslizo las manos hasta mi trasero y las voy bajando, quedando mi perfectamente depilado pubis descubierto. Lo rozo suavemente y continúo desnudándome, no sin antes pensar que en cuanto esté completamente desnuda, voy a sacar del cajón mi juguetito favorito, para terminar el día totalmente relajada.


Paso a las piernas, estirando con cariño el elástico del liguero de la media y las bajo poco a poco, hasta que, una a una, salen de mis piernas.

Ahora si, totalmente desnuda, me acerco al cajón de mi mesita de noche, cojo mi vibrador y me tumbo en la cama. El sol aún entra por el hueco de la persiana, iluminando con sus últimos brillos parte de la cama. Me olvido del tiempo, no pienso en nada más y dejo que mi respiración se agite hasta alcanzar un dulce y mojado orgasmo.

Una ducha y el día ha acabado.


26 dic 2012

Escapada fugaz

Había caído la tarde y me disponía a montar en el coche. Miré apresurada el reloj y coloqué el GPS en la luna.

Abroché el cinturón, arranqué el motor y subí el volumen de la radio. Bajé un poco mi ventanilla mientras me encendí un cigarro y emprendí el no corto camino, que me llevaría a lo que esperaba fuera, una tarde de placer en compañía de un viejo amigo.

Como era viernes, víspera de puente, y además llovía, la carretera iba cargadita. Menos mal que salí con tiempo de casa. Había quedado con Diego a las 20.30, que era cuando cerraba la tienda de telefonía en la que trabajaba y la última vez llegué cuarenta y cinco minutos tarde, porque me perdí, evidentemente...

Iba entretenida pensando en lo bien que lo pasamos la última vez. Recordando lo caliente que fue el encuentro. Un polvo rápido si, pero fantástico. Me pidió que llevara taconazos y le di el gusto. Me planté un vaquero ajustadito, y una camiseta de tirantes escotada. Según entré, me metió en el baño y me pidió que me tocara mientras me grababa. Al principio no me hizo mucha gracia, pero... me dejé llevar. Cuando él ya estaba a tono, dejó el móvil en el mostrador y vino decididamente hacia mí. Se puso de rodillas y comenzó a besarme los muslos y a lamer mi entrepierna. Abrió mis piernas todo lo que daban y continuó con su lengua haciendo maravillas. Estaba empapada, me puso de pie y de espaldas a él, se apresuró a abrir mis glúteos e introdujo en mi su duro miembro. Mientras me penetraba, también introdujo un dedo en mi trasero. Me estaba volviendo loca y él se dio cuenta de ello.

Estaba inmersa en esos recuerdos, y cuando me quise dar cuenta, ya estaba buscando aparcamiento cerca de la tienda. Ese día, me propuse darle una sorpresa a Diego, Me puse un vestido que cubría hasta la mitad de mis muslos, y unas botas altas. Nada más. Dejé la ropa interior en casa, supuse que eso le gustaría. Entré en la tienda como una clienta más, él estaba atendiendo a un par de jóvenes. Me paseé por delante del mostrador, siempre pendiente de que el abrigo no se moviera de su sitio y se viera la sorpresa que le tenía escondida. Por fin se vació la tienda. Mientras despedía a los clientes me echó un vistazo, mírándome de arriba a abajo. Miré al suelo como una niña buena mientras me quitaba el abrigo y lo apoyaba en una silla. Esperé a que cerrara. Mientras yo echaba un ojo a un catálogo, hizo la caja, apagó las luces y cerró la puerta con llave. Me acerqué a él por detrás y cogí una de sus manos, la llevé debajo de la falda para descubrirle su sorpresa. Se giró sobre sí mismo sonriéndome. Creo que le gustó bastante.

Me empujó suavemente contra el mostrador, me senté en él y abri las piernas mientras aflojaba su cinturón. Conseguí quitárselo y le bajé el pantalón. Pasé mi mano suavemente por encima de su paquete, que crecía por momentos. Nos miramos a los ojos y mantuvimos la mirada. Introduje la mano bajo el calzoncillo y terminé de bajárselo. Empuñé su polla, estaba deseando meterla en mi boca pero en lugar de eso, tiró de mis caderas hacia él, dejandome al borde del frío cristal y me embistió allí mismo. Sacó los pies de los pantalones, que habían caído sobre sus deportivas y me llevó en brazos hasta el baño.    

No hizo falta terminar de desnudarme. En brazos como estaba, me penetró hasta el fondo, rodeé su cuello con un brazo, mientras con el otro me apoyé en la pared. Un par de embestidas más y me dio la vuelta, acarició mi espalda, que se arqueaba a su paso y mordió mi hombro con deseo. Creí que me derretiría de placer. Entró por detrás rápido, estaba tan lubricada que a penas le costó. Me embistió fuerte, haciéndome golpear con el puño la pared. Le sentía tan adentro. Notaba cómo la cima de su sable golpeaba en mi interior, yo mordía mi labío inferior mientras él amasaba mi pecho y mordía suavemente mi hombro acompasado por la fuerte penetración. Yo me dedicaba a sentirle, disfrutándolo. 
De repente, y en el mejor momento, noté cómo se vino dentro de mi culo. Sus embestidas aflojaron, igual que su respiración, apoyó su cabeza en mi espalda arqueada y suspiró. él quedó satisfecho, yo inmóvil. Sacó lo que hasta hacía unos segundos estaba duro y erecto en mi interior y empezó a vestirse de nuevo.

Estaba perpleja. ¿Y yo? ¿Qué pasa conmigo?
Ni corta ni perezosa le pregunté si pensaba dejarme así, esperando, sinceramente, a que prosiguiera con alguna de sus artes amatorias (bien me servía la boca, que las manos...que lo que fuera, con lo cachonda que estaba...) a lo que me contestó, sin cortarse un pelo... ¡QUE SÍ! ¡Que tenía prisa!
Aún sin creermelo y con cara de idiota, cogí mi abrigo y mi bolso y me peiné un poco con las manos, esperé a que abriera y me fui de alli sin despedirme.
¿Prisa? ¿Hola? Prisa tenía yo, que me había comido 60 km para ir a verle, ¡y ahora me quedaban otros 60!
Podéis imaginar mi cara... y mi decepción... y encima eso no fue todo. Cuando salía de la tienda, me soltó un "Gracias por todo" Que me dejó petrificada. ¡Encima recochineo!

Para tener amigos así, ¡me quedo con mi vibrador!

21 sept 2012

Vecino Nuevo

La crisis nos está matando a todos. Llevo viviendo en la ciudad cosa de dos años, en un piso modosito, lo justo para mi.
Hace un par de meses se instaló en el piso de al lado un nuevo vecino. Llevo echándole el ojo desde que le vi cargar con un montón de cajas. ¡Qué brazos! ¡Qué espalda...! Mmmmm...

Hasta el sábado pasado por la mañana no habíamos cruzado ni un simple "hola" en las zonas comunes, pero ha llegado todo rodado...
Como cualquier sábado, me levanto temprano para ir a hacer la compra. Me planto mis pintas de maruja, pelo semi recogido en un moño, pantalón cómodo y camiseta fresquita, que ya va pegando el calor. Cojo el coche y voy directa al súper.
Tocaba compra grande, para tirar todo el mes... Para variar, recorro los pasillos del supermercado como una energúmena, a paso ligero y mirando en vistazos rápidos las estanterías. Odio ir de compras, por eso lo hago lo más rápido posible. No soporto el marujeo que se traen en la carnicería y mucho menos la calma con que se lo toman las cajeras... ¡me desespero!

Llevaba el maletero del coche a rebosar de bolsas. Aparqué y empecé a sacar el cargamento. Cerré el portón del maletero y comencé a coger bolsas. El bolso colgando del hombro, las llaves de casa en la boca y haciendo malabares me dirijí al ascensor. Como buenamente puedo, doy al botoncito; no suelto ni una sola bolsa a pesar de que la sangre deja de llegar poco a poco a mis preciados dedos. El ascensor sólo tarda unos segundos en llegar pero se me hacen eternos. Mientras abre lentamente sus puertas miro al techo y suspiro, deseando llegar a casa para soltarlo todo.

Una vez dentro, vuelvo a pulsar el numerito que me llevará a casa. Las puertas empiezan a cerrarse y oigo una voz intentando alcanzarlas. Suelto las bolsas para darle al botón que las abre y una mano se cuela por el hueco.

Efectivamente, es él. Sonriendo resopla, me agacho a coger de nuevo las bolsas y sin dejar de sonreir, se apresura a ayudarme. Ya se están abriendo de nuevo las puertas, le agradezco su ayuda y me acompaña a la puerta de casa.
- Puedes dejarlas ahi, ya las voy metiendo yo poco a poco. Muchisimas gracias.
- No, no, para nada, abre la puerta, anda.

Abro la puerta y voy metiendo bolsas, entra detrás de mi con el resto y lo suelta en la cocina. Como hace un calor insoportable, le ofrezco tomar algo y, sorprendentemente acepta la invitación.

Nos sentamos cómodamente en el sillón y charlamos de forma animada mientras nos tomamos una cerveza bien fría. Llega la hora de irse. Nos despedimos con un par de besos en la mejilla e intercambiando los teléfonos.

Pasan los dias como siempre. Ni siquiera recordaba que le había dado mi número... ni que yo tenía el suyo... Limpiando el polvo encuentro el papelito donde lo apunté, lo miro un par de segundos sin saber muy bien qué hacer... ¿llamo, no llamo...? Finalmente, descuelgo y me lanzo.
- Buenos días. - Me dice con voz soñolienta.
- Buenos días, guapisimo. Soy tu vecina. Me preguntaba si querrías venir a comer conmigo.

Ya me había lanzado, era una pérdida de tiempo echarse ahora para atrás, de manera que, callada, espero su respuesta. Mis uñas golpetean la mesa y me muerdo el labio esperando una respuesta afirmativa.
Tarda unos segundos hasta que, entre titubeante y sorprendido, acepta.
- ¡Genial! ¿Te espero a eso de la una y tomamos algo antes de comer?
- Si, ok... un beso.

Se me acelera el pulso y un mareo me nubla por un momento los buenos pensamientos. Miro el reloj corriendo, aparto con un rápido movimiento el flequillo que cae sobre mi frente y me pongo manos a la obra.
Mesa puesta, todo está preparado, yo incluida. Para no ser demasiado evidente, me pongo unos vaqueros, que me sientan de lujo, eso si. Un top ajustado que marca mi canalillo y unas sandalias de tacón.

Con las cacerolas aún en el fuego, me aseguro de que haya un par de jarras de cerveza en el congelador, latas en la nevera y echo un vistazo rápido para comprobar, una vez más, que esté todo listo y perfecto para la ocasión.
Cristian es puntual. Y educadísimo. Al abrir me muestra una botella de buen vino. Le invito a pasar y ponerse cómodo.

Para ir abriendo boca, lleno las dos jarras heladas de cerveza y pongo algo de picoteo. La vergüenza desaparece a cada sorbo.
Comemos, bebemos, la botella de vino baja vertiginosamente, nos contamos nuestras cosas, reimos y el tiempo vuela. Sin darnos cuenta nos ha caído la tarde contándonos nuestras vidas.
El buen rollo que ha surgido es evidente, y ninguno de los dos tiene prisa porque la tarde acabe. Muy amable, me ayuda a recoger la cocina. Le invito a que se ponga una peli mientras meto los cacharros en el lavavajillas y hago unas palomitas. Full Monty. Buena elección, ¡hacía montones de años que no la veía!

Cuando acaba la peli, es casi la hora de cenar y suena el móvil de Cristian. ¡Qué inoportuno!
- ¡Ay! Casi lo olvido! Si, si, ven, estoy en casa. ¿Te quedas a dormir, cariño?

Me quedé a cuadros. No quería ni respirar. Se levantó del sofá sin haber colgado aún. En cuanto colgó, se disculpó, cogió sus cosas y salió corriendo por la puerta.

Me quité los vaqueros y las sandalias, me desmaquillé, abrí la nevera y cojí una cerveza. Fui en braguitas al baño, me senté sobre el borde de la bañera y abrí el grifo. Encendí velas y llené la bañera de espuma. Mmmmm... Me encantan estos baños largos, relajantes, con bombas y sales.
Bajo el agua acaricio mi cuerpo y, sin darme cuenta, me dejo llevar por el placer. Me encuentro gimiendo bajo la espuma con movimientos lentos, suaves, dándome el cariño que no me dan unas manos fuertes y masculinas. Acaricio mis pezones, parcialmente ocultos por la espuma, tras unos minutos mágicos en los que sólo yo soy la protagonista, alcanzo el éxtasis. Mi respiración se entrecorta, es rápida. Permanezco bajo el agua tibia, con los ojos cerrados, relajada. Salgo de la bañera y me enrrollo en la toalla. Me seco cuidadosamente, me enbadurno de crema hidratante con olor a coco y extiendo la crema. Me pongo el pijama y duermo placidamente.


A la mañana siguiente, suena temprano el timbre. Salgo de la cama aún con los ojos cerrados y abro la puerta extrañada, sin mirar por la mirilla. Una niña rubia, de grandes ojos y guapísima me mira de arriba a abajo.
- ¿Quieres algo, peque?
Mira para atrás expectante. Detrás de ella se abre la puerta de casa de Cristian. Lo primero que veo es una bolsa marrón y grasienta. Un olor a churros recién hechos invade el pasillo. Sonríe y, pidiéndome disculpas por su huida repentina de anoche, me ofrece la bolsa.
- Pasad.
La niña, muy educadita, esperó hasta que Cristian le dio permiso para pasar.
- Disculpa lo de anoche. Me llamó la niña, mi hermana salía de fiesta y ella se venía a dormir a casa. Lo olvidé por completo.
En ese momento entendí ese tierno "¿Te quedas a dormir, cariño?" Que salió de su boca el día anterior. Preparé café para nosotros y un colacao para la niña.

- Así que es tu sobri... Es monísima. ¡Y un encanto! Mírala, que quietecita está.
Desayunamos los tres, y me fui a dar una ducha. Como la hermana de Cristian no volvía hasta la hora de la comida, fuimos a dar un paseo por el parque, para que la peque estuviera entretenida. Mientras, su tío y yo, nos devorábamos con la mirada.
Cuando su sobrina se fue, llegó nuestro momento. Habíamos pasado un día estupendo, jugando y riendo con la niña, pero la hora de los juegos había acabado. Me invitó a pasar a su piso.

Tras todo el día buscándonos la mirada, la vergüenza la dejamos en la calle. Me cogió de la mano y fuimos directos al dormitorio. Me tiró con suavidad sobre la cama, acariciándome la parte interna de los brazos y la cara. Bajó con delicadeza mis pantalones cortos, y se quitó la camiseta. Sus abdominales estaban bien marcados, tenía un tono bronceado, su piel era suave, y yo creía que me estaba volviendo loca. Me quité la camiseta. el sujetador aún oprimía mis pechos.

Sus lengua recorrió mi vientre hasta llegar a las braguitas. Se ayudó con las manos y las bajó despacio, muy despacio, con una ternura que me ponía la piel de gallina. Hundió su cara entre mis piernas, y con su lengua me hizo tocar las estrellas. Sin prisa me hizo disfrutar. Con los ojos cerrados sentía más profunda su lengua, que se deleitaba en mi clítoris, con suavidad mordía los labios y me humedecía cada vez más. Su lengua vivaracha presionaba mi zona más profunda, haciéndome vibrar con cada una de sus lengúetadas. 

Tomó ayuda de sus manos; con una continuaba acariciándome. Las piernas, el muslo... Con la otra, entró en mí. Con desenfreno movía sus dedos, los notaba en el interior de mi vientre, no podía evitar el placer. No quería evitarlo. Tiré de él hacia mí, estaba loca por tenerle dentro. No quería seguir alargándolo. Retiré su ropa interior mientras me besaba apasionadamente. Sus besos sabían a mí. Su lengua buceaba en mi boca con soltura, enlazándose con la mía. Entró sin esfuerzo, haciéndome aguantar la respiración durante unas milésimas de segundo. Abrí los ojos al notarlo, sobresaltada e impresionada por la sensación que aquello me produjo. Volví a cerrar los ojos besándole con más ganas, abrazándole con fuerza y moviendo las caderas para sentirlo más profundamente.

Sus caderas toman ritmo y fuerza de forma repentina. Me encanta como me lo hace. Coje mis brazos y los coloca por encima de mi cabeza, entrelaza sus dedos a los mios, me besa y continúa con fuertes acometidas que hacen que pierda el control.
Siento cómo los músculos de mi vagina se retraen, signo de que llega mi eretismo. Aprieto sus manos. Es consciente del placer que me provoca. No se detiene, continúa con sus sacudidas. Coje mi pierna derecha y se la apoya en el hombro. En esta postura, la profundidad a la que llega su miembro es infinita, además, le permite acariciarme. Con una mano, mientras invade mis entrañas, me toco. Aprovecho para darme el doble de placer. Siento cómo se hincha mi pequeño botón. No puedo parar de gemir, se me escapa algún gritito. Cristian baja mi pierna y me coge firmemente de las caderas, dándome la vuelta. Me pone a cuatro patas. Continúa escurriéndose en mí, agarrando impávidamente mis nalgas, que se mueven al ritmo que él marca. Me encuentro en el cielo. Sin darme cuenta, estoy pidiendo más. Con unas ganas salvajes de guerra.
En esa postura, y con la profundidad que me lo hace, no tardo en mojar las sábanas. Minutos después, sale de mi en un movimiento ligero y noto sobre mis posaderas el calor que emana su cuerpo.

Estamos totalmente extasiados. Nos tumbamos para recobrar el aliento todavía desnudos. Me da un beso fugaz en la boca. Respiro profundamente y me levanto, intento arreglarme un poco el pelo, le miro, está tumbado mirándome y me acaricia la espalda. Sonrío. Recojo mi ropa y me visto. Se enrolla una toalla en la cintura y me acompaña a la puerta. Cuando ya tengo medio cuerpo fuera, me coge de la mano tirando de mí y me besa de nuevo. El beso es tierno y apasionado. Le guiño en ojo. Estoy convencida de que esto no acaba aquí.

23 ene 2009

Mi compañero de trabajo

Gracias "Rakel", esta historia es toda tuya, espero que te guste.

Como cada mañana suena el despertador, es lunes, las 8.00 am, empezamos la rutina. Me siento en el borde de la cama mientras intento despejarme, su mano roza mi espalda desnuda. La aparto desganada con cuidado de no despertarle.

Elijo el conjunto de hoy cuidadosamente. Recuerdo con una sonrisa tu forma de mirarme el viernes a última hora. Tomo una taza de café para empezar la semana con fuerza. Menos mal que no hay atasco-, pienso.
Llego a la puerta del edificio, estás hablando con unos compañeros, te miro de arriba a abajo pensando en la de cosas que te haré el día que consiga hacerte mío.
El uniforme te queda como un guante, resalta tu espalda fuerte y marca ese culito respingón que me hace perder la cabeza. Veo asomar las esposas del cinturón y se me ocurren mil formas de jugar con ellas... Paso lentamente por delante, para que te de tiempo a ver el coche.
Aparco y hago tiempo hasta que te quedas solo. Con paso firme y decidido me paseo delante tuyo, me abres la puerta y te guiño el ojo. - ¿Qué tal el fin de semana, guapa? - Lo de siempre, esperando proposiciones indecentes por tu parte - Ya, eso dices ahora, pero seguro que luego te echas para atrás... - Prueba un día de estos, ya tienes mi número, sólo márcalo, veremos que ocurre. - Sin dejarte responder continúo mi camino. Llego a mi mesa, aún no sé cómo he sido capaz de decirte eso... no me explico de dónde he sacado el valor.

La mañana es agotadora, el teléfono no para de sonar, la gente no hace más que poner reclamaciones y mi cabeza no está en su sitio, está pensando en mil y una cosas, menos en lo que debería estar.
Como un trailer de cine las imágenes pasan por mi mente, las discusiones con mi chico, las pocas ganas que tengo de verle, las malas caras, los deprecios por parte de los dos... Estoy harta de ese patán, casi he olvidado los meses en los que me mandaba mensajes por la mañana dándome los buenos días, cuando se presentaba en el trabajo a la hora de la comida sólo para pasar un rato juntos... Todo eso ha terminado, a penas se acuerda de nuestro aniversario y el beso de buenas noches lo da porque ya es costumbre, si no, ni eso.

Muchas veces había oído hablar de las crisis de pareja, pero ingenua de mi, pensé que nunca me pasaría, que yo nunca caería en la monotonía. Estaba claro que me había equivocado. Lo mío con mi chico era una crisis en toda regla y había llegado a un punto en el que no sabía qué hacer, si seguir intentándolo o buscar una válbula de escape.

Mientras daba vueltas al tema y atendía a los clientes, miraba por la ventana, el día se estaba poniendo gris y las primeras gotas de lluvia oscurecían el asfalto. Mierda, no he cogido el paraguas... Apareces en el escenario, con las manos enlazadas en la espalda, la gorra puesta y paseándote sin rumbo fijo. Hablas por el "walkie-talkie" y me olvido de los problemas con mi novio. Te miro sin pensar en nada, como una cría que ve pasar al chico del que está colgada en su scooter, embobada, pensando en cómo debe ser tocar tu piel, acariciar tus labios...

El día acaba por fin, llego a casa a la hora de la comida. En casa sólo está el perro, le sirvo el pienso en su plato y le lleno el cuenco de agua, me cambio y me pongo un chándal, cojo el iPod y la correa, las llaves y salgo a correr.
El perro sigue mis pasos, sin tirar, sin molestias, ¡hasta el perro da menos guerra que él!
El día pasa sin muchos cambios, como sola, hago la casa y me tiro a ver la tele, el perro babosea mi mano y juega conmigo. Fran llega a la hora de la cena. Lo único que acompaña al ruido de tenedores es la tele, me encanta ver CSI mientras ceno, él lo detesta. Quizá por eso me guste tanto.

Me voy a la cama e intento dormir pronto para que no venga a buscar "lo suyo". Vuelve a sonar el despertador, sigo los pasos de la mañana anterior, como un ritual. Mientras tomo el café en pequeños sorbos pienso que hoy es mi día, lo de ayer sólo fue el primer paso.

Tan guapo como todos los días, y aún con cara de sueño, hoy estás en la garita. Levantas la barra de entrada al parking y me sugieres que hoy comamos juntos. Ya sabes la hora a la que salgo -. Paso la mañana pensando dónde iremos, estoy como un flan, hace tiempo que no me siento así.
Llega la hora de la comida, te hago esperar unos minutos y me dices que coja el coche y te siga. No me quieres decir dónde vamos. Te sigo por las calles de la ciudad, te alejas del trabajo, entramos en una urbanización de pisos y chalets. No conozco la zona., pero es bonita. Sacas el brazo por la ventanilla indicando un sitio donde puedo aparcar. No tiene pinta de haber ningún restaurante por alli cerca, asíque...
Me haces una seña indicándome el camino. Atravesamos un portal en penumbra y abres la puerta de la que, imagino, es tu casa.
No pierdo detalle del salón, pero me llama la atención la forma en que está puesta la mesa. Un mantel blanco, reluciente, con sólo dos copas vacías. Te separas un momento de mi para ir a por el vino, lo sirves y me invitas a beber. Sentados en el sillón, vamos por la tercera copa, charlando de nuestras cosas, totalmente desinhibidos. me siento muy agusto a tu lado y noto el calor del vino subiendo por mis orejas.





Por fin nos callamos, y empezamos a besarnos como dos locos. Desabrochas mi camisa con prisa, mi bolso cae al suelo y se desparraman las llaves, el móvil, la cartera...
La falda ha sudido hasta la cadera, dejando libres mis muslos, que te rodean con fuerza. Cojo tus esposas, te miro con cara pícara, has captado la idea a la perfección. Esposas mis manos por encima de mi cabeza, estoy indefensa y sólo deseo que te aproveches de mí. Me penetras con fuerza, intento zafarme de las esposas para acariciarte, pero me es imposible, y eso me excita más.
Estoy perdiendo la cabeza, besas mi cuello, agarras mis caderas y me traes hacia tí.Acaricias mi muslo, recorriendo la pierna entera, las apoyas sobre tus hombros, sigues penetrándome, pellizcas mis pezones, juegas con ellos, te detienes para ver cómo endurecen, los muerdes, yo no puedo parar de gemir.

Terminas de quitarte la camisa, puedo ver tus abdominales bien formados, cierras los ojos mientras continúas en mi interior, sales un momento para darme la vuelta y ponerme a cuatro patas.
Con las manos esposadas, intento mantenerme, con cada una de tus embestidas me cuesta seguir en esa posición, mis pechos se sacuden, coges con firmeza mi pelo y echas mi cabeza hacia atrás. Giro la abeza buscando tus besos, nuestras lenguas bailan y se enlazan.

Vuelves a salir de mi para cambiar otra vez de postura, ahora soy yo quien te empuja, quedas tumbado en el sofá, me siento a horcajadas sobre tu miembro, de espaldas a ti, inclinada hacia adelante, marco el ritmo y la profundidad de la penetración, rozas mi entrañas, estoy caliente y mis músculos se contraen, dejándome sentir todo tu tamaño.

En el suelo, el movil no deja de parpadear y vibrar, no le hago caso, cierro los ojos y me dejo llevar por el placer que sube desde mi vientre. Estás aferrado a mi cintura, apretando tus dedos, marcándolos en mi piel.

Los dos anunciamos la llegada del ansiado orgasmo con un grito, mantengo la respiración y me quedo inmóvil para sentir el calor de tu cuerpo fluir por mi interior. Una risa nerviosa surje cuando noto tus palpitaciones, dando golpecitos en las paredes de mi cuerpo. Nos tumbamos relajados en el sofá, miro mi movil, que no hacía más que dar por saco.

¿Quién es? -preguntas. Fran, mi novio...- Nos quedamos en silencio mirando la pantallíta. Le miro de reojo y le beso. Guardo el movil en el bolso y me tumbo en el sofá. Nos quedamos dormidos. Cuando nos levantamos son las 21.14.

¡Mierda, nos hemos dormido!- Nos levantamos y nos vestimos lo más rápido posible, me despido de él con un largo beso, deseando que lo que ha pasado no cambien nada.

Llego a casa, Fran me espera impaciente, una bronca más. Me acuesto deseando volver a verte, la tensión sexual es palpable, y nuestras comidas juntos son cada vez más asiduas. Creo que mi relación ha perdido la chispa, pero contigo escapo de la rutina y vuelvo a sentirme como una quinceañera.

7 ene 2009

Con el sol...

Te conozco desde hace años y no dejas de sorprenderme, será que no te conozco lo suficiente...
El primer día que te vi me pareciste muy mono, agradable, encantador... pero ni te fijaste en mí, sólo tenías ojos para ella, mi amiga. Aquella tarde pasaron muchas cosas, risas y besos inesperados. Era tarde y Bea te convenció para llevarme a casa y así no tener que esperar el autobús. No le costó convencerte.

Volvimos a vernos al poco tiempo, en las fiestas de un pueblo cercano. Aquella noche el alcohol era el protagonista y yo muy joven. Se me fue un poco la mano con la botella, los minis, el J&B... Fue la primera noche que tu lengua entró en mi boca y desde entonces... no he sido capaz de sacarte de mi cabeza.

Anduvimos un tiempo que sí, que no, intentábamos vernos a menudo, nos llamábamos... pero nuestras vidas tomaron rumbos distintos. Pasamos por varias parejas e, inevitablemete, nos alejamos. Perdimos bastante contacto pero... seguías rondando muchos de mis pensamientos. Ójala hubiéramos dado un paso más, quién sabe lo que habría pasado...

Después de varios años, volvemos a tener contacto, pero no es lo mismo, tú tienes chica, yo chico... y moriría por tener algo contigo pero...
Por el momento te dejo entrar en mis sueños, dejo que tu presencia inhunde mi habitación y mi cruel imaginación me juega malas pasadas haciéndome creer que estás ahí, pero despierto y estoy sola, a oscuras, echándote de menos.

Ya estamos en Julio y el calor no hace justicia. Salgo al jardín con la intención de tomar el sol y refrescarme con la manguera. Coloco la toalla sobre la tumbona que descansa sobre el césped. Me tumbo de espaldas al sol, reposo la cabeza sobre los brazos y cierro los ojos, no he olvidado mi iPod, escucho música y poco a poco, con el calorcito, me quedo dormida. Otra vez tú. No hay manera de sacarte de allí. Por una parte quiero olvidarte, estás convirtiéndote en un suplicio. Me duele no tenerte cerca y sólo tenerte en mis pensamientos, me duele no besarte, no acariciar tu pelo, no mirar tus ojos. Me dueles tú.

Te haces dueño de la situación, desabrochas la parte de arriba de mi bikini, bajas un poquito la braguita y untas el bronceador suavemente, masajeándome. Relajo mi cuerpo y dejo que tus manos lo recorran.
Despacio, acaricias la espalda, siguiendo la forma de mi columna, bajas por los costados, besas dulcemente mi cuello, suspiro, sabes que ése es mi punto débil.

Giré sobre mí misma, dejando mis pechos al alcance de tu vista, acaricié tu nuca y tu pelo, sonreías. Acariciaste mi cara en un gesto de cariño y protección, me enternecía que hicieras aquello. Te recostaste un poco sobre mí para, por fin, besarme.
El sabor de tu boca era dulce, tus besos mimosos, tus caricias tímidas. Como si fuera la primera vez que dábamos rienda suelta a nuestro deseo, recorrimos con millones de caricias curiosas nuestros cuerpos. Lentamente, conociendo cada milímetro, comprobando la reacción del otro. Se me eriza la piel al recordarlo.

Tus palabras me llevan a un mundo paralelo donde no existe nada más. Besas mi garganta, bajas por mi tronco, te detienes en mis pechos. Los saboreas, juegas con ellos, la dulzura da paso a la pasión. Cierro los ojos, anhelo el fuego de tu cuerpo.
Tu cuerpo sobre el mío, guardaremos el secreto, desabrochas con calma los lazos de la braguita del bikini, lo retiras dejándome totalmente desnuda. Besas mi piel caliente por el sol.
Buscas la entrada que te llevará a un laberinto de sensaciones. La yema de tus dedos da con ella. Estoy totalmente lubricada, deseando que explores cada rincon en la más silenciosa oscuridad. Un leve gemido rompe el silencio, urgas, palpas, noto los muros de mi vagina contraerse para atraparte dentro. Quiero más.

Te miro fijamente, el movimiento que realizas hace que muerda mi labio, me quema el cuerpo. Mis manos no pierden el tiempo y buscan la razón que calmará estas ansias. También tú estás preparado. Firme, duro.

Termino de desnudarte, ahora si. Abro mis piernas para recibirte, entras sin ninguna dificultad. Hacía tiempo que lo deseaba... Te beso, te abrazo, araño levemente tu espalda, cogo tu cintura, te atraigo hacia mí. No quiero que te separes, quédate a mi lado. Mueves tu cintura, rozo a locura... suspiro y gimo, el placer me llena, arqueo mi espalda para que me penetres más profundamente. Acaba con mi tormento.

Se acerca el orgasmo más deseado de mi vida, se anuncia suave, caliente, dulce y abundante. Cierro los ojos con fuerza, me muevo, ¿lo sientes? - Ahhh... ¡Mmmm!, sí...
No acierto a hablar con claridad, sólo atino a gemir y emitir sonidos incomprensibles. Me encanta. No tardas en vertirte en mis entrañas. Vuelves a besarme antes de desaparecer.

Abro de nuevo los ojos, miro a mi alrededor, no te encuentro, era otra estúpida fantasía. Me muero por estar junto a tí. Guardo el recuerdo con la esperanza de cumplirla, algún día... - Lo siento...- Me digo a mí misma, siento seguir queriéndote en silencio.

10 dic 2008

La Despedida





No sé porqué pero aún mantengo la esperanza de que vuelvas a llamarme, de escuchar tu voz al otro lado del auricular, es una sensación extraña que me mantiene despierta y alerta en mi espera.Suena el teléfono, los latidos de mi corazón se aceleran, mi pulso falla y apenas tengo fuerza para coger el teléfono. Descuelgo y con voz temblorosa respondo - ¿diga?- Espero respuesta pero al otro lado no hay nadie… - ¿oiga? ¿Hay alguien?- se corta la comunicación, me quedo paralizada pensando que quizás eres tú, que sientes el mismo miedo que yo y que tampoco tú te atreves a dar el paso.Sacudo la cabeza intentando sacar esa estúpida idea de mi cabeza, pues sé que es imposible.



Me tumbo sobre la cama y abrazo a “Gordi”, el peluche que me regalaste, sólo puedo pensar en ti, soy incapaz de sacarte de mis pensamientos. En mi interior sólo tengo una cosa, tu nombre. Recuerdo cada una de las palabras que me dijiste al partir, ninguno de los dos sabía lo que iba a ocurrir. Cierro los ojos intentando dormir en vano, lo único que consigo es dar vueltas sobre las sábanas y girar sobre mí misma, las imágenes se suceden rápidas en mi mente, un estruendo martillea mi cabeza, las lágrimas ruedan por mis mejillas, me revuelvo de nuevo, intento chillar pero no tengo fuerzas ni para eso; el sudor frío resbala por mi frente, abro los ojos de golpe, en apenas unos segundos aquel momento pasó por mis recuerdos, me levanto y voy corriendo a buscar a mi madre, le cuento lo que me ha ocurrido y me ayuda a decidirme finalmente.


Ahora estoy aquí, es la primera vez que vengo a verte desde que pasó aquello, vengo a pedirte perdón por no haber venido antes. No puedo mentirte, ninguna excusa es buena para disculparme, lo único que puedo decir es que te echo de menos. El nudo de mi estómago va desapareciendo a medida que te digo estas palabras, pero el de mi garganta va en aumento… cada día me lamento por no haber permanecido a tu lado en aquel momento. ¡Aquella estúpida discusión! Quizás si no hubiera ocurrido no te habrías ido con ella, ahora todo es inútil, me has abandonado y nada puedo hacer para que vuelvas a mi lado, cierro los ojos intentando sentirte, todo es silencio a mi alrededor.


Leo la inscripción de tu lápida: “Nunca te olvidaremos – 29/03/86 – 11/03/04” esa frase se repite en mi interior miles de veces, una por cada persona que se fue contigo, me gustaría volver a tener 2 ó 3 años para no darme cuenta de lo que ocurre y poder así seguir viviendo en un mundo mágico, donde las únicas penas que existen es tener hambre o querer un juguete que sabes no te van a comprar, que esos sean los únicos motivos por los que llorar; pero ya soy mayor, y me doy cuenta de lo que ocurre a mi alrededor, sé que que las cosas no son tan bellas como se pintan y que, como en todo, siempre hay un precio que pagar.

El precio que tú pagaste y el de todas aquellas personas fue el más caro: LA VIDA.

4 dic 2008

El principio del cuento

En primer lugar, me gustaría disculparme por el tiempo que llevo desaparecida, pero de vez en cuando las brujas también necesitamos un descanso en nuestra vida.
Durante este tiempo he vivido nuevas experiencias, pero lo que hoy quiero contaros es la historia de mi vida.


Y es que en las películas sólo sacan nuestro lado más malvado, será el morbo que produce el que nunca dejemos vivir en paz a la princesa del cuento... El caso es que me he cansado de ver cómo tiran por los suelos nuestra imagen. Querido Walt, nos revelamos y ponemos en pie de guerra, una lástima que te hayas quedado... helado...

Como la mayoría de vosotros sabéis, pertenezco a la película de la Bella Durmiente... si, soy esa bruja de nariz puntiaguda, voz quisquillosa, risa frenética y mirada perdida, así es cómo me representan.

En la película aparezco, por arte de magia en mitad del castillo de los reyes, enfadadísima porque no he sido invitada al bautizo de la pequeña Aurora... ¿de verdad pensáis que puedo enfadarme por una estupidez así? Mi verdadero dolor proviene de una historia que tuve con el Rey...

Casado desde hacía años con la reina, siempre fiel a su adorable (y aburrida) esposa. Cansada ya de andar vagando por tontos puestos de adivinos en el mercado, con contratos basura (si, ya los hacían en mi época) y trabajos mal pagados (cuando pagaban..) fui a buscar trabajo a Palacio. Fue el propio rey quien se encargó de la entrevista, pues estaban buscando un hechicero. Lo cierto es que se quedó bastante perplejo al ver mi figura de mujer. Sus ojos me recorrieron de arriba a abajo. Inconscientemente, su cuerpo emitió señales de deseo, humedeció ligeramente sus labios con la lengua y no apartaba la mirada de mi pronunciado busto. Sólo un par de trucos fueron suficientes para convertirme en la hechicera real.

Todo comenzó como un juego, los largos pasillos eran idóneos para ver cómo me seguía a hurtadillas. Se escondía tras las altas columnas, supongo que fue su curiosidad quien le llevó a tal extremo y... como suele decirse, "la curiosidad mató al gato". Me convirtió en su confesor, me decía que su mujer era una frígida y que él tenía deseos como cualquier hombre, sobre todo le atormentaba la idea de no dejar un heredero a la corona.

Empezamos a vernos a menudo, pasábamos muchas noches en mi dormitorio, riendo, charlando y bebiendo. Una de esas noches nos pasamos con el vino y... bueno, no es difícil adivinar qué pasó.
Una gota de vino caía por su comisura y un deseo irrefrenable se apoderó de mí. Me acerqué a él y con una suave caricia recogí aquella gota en la yema de mi dedo índice y lo llevé a mi boca mientras le miraba fijamente. El sabor de aquella diminuta gota de alcohol era dulce, tenía pizcas afrutadas y el sabor de su piel. Cerré los ojos para saborearla mejor. No recuerdo bien cómo ocurrió pero mis ojos se quedaron fijos en el bulto que sobre salía en el pantalón de mi acompañante. Haciéndome la inocente giré la cara mientras mordía el dedo que aún reposaba en mis labios. Se miró pero no hizo ningún esfuerzo por ocultar aquella erección que me estaba llevando a la locura. Acortó la distancia que nos separaba sentándose cerca, muy cerca mío. Los dos deseábamos que aquello ocurriera y sólo calmamos nuestra sed.

Se le veía nervioso, hacía tiempo que no recorría unas curvas tan peligrosas como las mías. Pasó la palma de sus grandes manos por mis pechos, recorriendo mi vientre, explorando.
Sus pupilas se movían deprisa para no perder ni un sólo detalle, yo le miraba y le dejaba hacer. Desabrochó el vestido dejándolo caer. Acarició con suavidad mi clavícula, bajando hasta los pezones. Los pellizcaba y se sonreía al verlos endurecer. Su lengua los rozaba, sus labios lo apretaban y sus dientes lo mordían. El calor aumentaba por momentos, mi mano contribuyó a aumentar mi ya notable excitación. Mis dedos se dedican a acariciar la cara interna de mis muslos, acercándose a la húmeda entrada de mi cuerpo. Las caricias se hunden entre los labios, que reciben con ganas los toqueteos que le proporciono.
Cierro los ojos mientras la lengua del rey baja por mis caderas. Noto cómo su lengua entra en mi cuerpo. Acompañándose de un dedo. Arqueo mi espalda y juego con mis tetas, araño con suavidad mi piel y muerdo mi labio. Por fin libera de su pantalón el objeto de mi deseo. Abre un poco más mis piernas para poder ver cómo mi cuerpo absorve por completo su enorme pene. Mientras entra y sale de mí acaricia mi clítoris haciendome tocar lo más alto del placer. El orgasmo llega en forma de convulsiones y apretando los músculos de mi vagina, de forma que el contacto con aquel cuerpo alargado es mucho más sensible y notable, las paredes rugosas y calientes de mi cueva hacen que no pueda reprimir un grito al venirse. Nuestros líquidos se funden en uno solo, ardiendo muy adentro.

La pasión se desató dando lugar a una noche de lujuria sin freno. El alba llamó a nuestra puerta y, con la resaca del buen vino, regresó junto a su mujer. Los encuentros furtivos se sucedieron y multiplicaron, cada vez eran más las noches que pasaba conmigo. Había pasado de ser una simple adivina a ser la mejor amante ante los ojos del feudo.

Pero todo principio tiene un final y, lógicamente, éste no sería el que los protagonistas soñaron. Una noche, mientras el Rey me perseguía por mi dormitorio, sentí una presencia, estaba escondida tras la gran cortina. Antes de que pudiera hacer ningún movimiento dejé que su Rey me rodeara entre sus brazos y viera cómo me deseaba, cómo hacía suyo mi cuerpo, cómo sus caricias me pertenecían, cómo me inhundaba de sexo.
Al ver aquella escena supuse que no tardaría en salir de su escondite. Pero cuál fue mi sorpresa al ver que permanecía en silencio, obervando de cerca aquella caliente y pervertida imagen.

Nunca supe si le gustó tanto que se dejó llevar por el placer. Lo que es seguro es que, la reina, tras aquel capítulo, debió ceder en la cama ante el rey, de ahí el nacimiento de Aurora.

Con la llegada de aquel retoño, y viendo cumplido su sueño, el Rey alejó de su casa la tentación, desterrándome y anulando por completo mi voluntad de rehacer mi vida lejos de él. Aún hoy, desde las gruesas paredes de mi castillo, llegan a mi, en el silencio de la noche, sus lamentos por haberme dejado marchar.

30 oct 2008

El uniforme

Una semana fuera...
Sola en el hotel, una cama enorme para mi... Sola...
Las noches se hacen eternas, el calor de mi piel aviva...

El ambiente está cargado, no puedo dormir... revuelvo las sábanas, giro sobre mí misma, suspiro, te echo de menos...
Cojo el móvil, son las 2.16 am, pruebo suerte y te envío un mensaje...
Sinceramente, no creo que respondas... hace más de 3 años que lo dejamos y la última vez que nos vimos fue hace 3 meses... para mi sorpresa estás despierto y me lo haces saber con tu respuesta...
El corazón me da un vuelco y se acelera... tus indirectas me dicen que piensas en mi tanto como yo lo hago en tí.

Tus palabras sutiles me encienden, pienso en la que un día fue nuestra historia, recordamos viejos tiempos, cuando tus manos se perdían bajo mi falda, cuando mi boca te provocaba con el sabor de la inocencia. Rememoramos excusas inventadas sólo para vernos, besos que se perdieron en el cajón, promesas que se ahogaron con el llanto...
Paso la noche con la compañía de tus mensajes, que cada vez son más pícaros y calientes, no quiero conciliar el sueño, sólo quiero seguir contigo, leerte, soñarte, creer que te tengo...


Me haces recordar el día que bajé a aquel parque a buscarte con el uniforme del colegio (aunque suene a fantasía barata)
Polo blanco, acariciando suavemente la silueta de mis pechos, falda gris por encima de la rodilla (recordemos que se trata de un uniforme REAL escolar...) calcetines de color rojo y zapatos de colegio (personalmente, horribles), para darle ese puntito morboso que tanto te gustaba, me encargué de hacerme dos coletas y bajar con un chupachup entre mis labios... mientras me acercaba al coche jugaba con el caramelo y te miraba fijamente. Te encantó, tus ojos ardían en deseo por que subiera al coche. Era la segunda vez que nos veíamos pero los dos sabíamos que habría más tardes como ésa.

Subimos a mi casa, estamos solos, mis padres han salido. Entramos a mi habitación, me haces sentar al filo de la cama, no dices ni una sola palabra, abres mis piernas, apartas la dulce bola roja de mis labios y me besas con pasión y deseo. Tu mano juega rebelde a acariciar mis muslos, subiendo por ellos despacio, la yema de tus dedos a penas roza mi piel, alcanzas la tela de mi ropa interior, encuentras un hueco por el que colarte, notas el calor que desprende mi cuerpo, se escapan leves gemidos, el calor no hace más que aumentar, busco con mi mano el bulto que crece en tu entre pierna. Toco por encima de la ropa, desabrocho tu vaquero, cuelo mis dedos jóvenes entre tus bóxer y la parte más baja de tu vientre.
Un escalofrío recorre mi pequeño cuerpo al sentirte entre mis manos. Tú sigues jugando, intercalas el placer que me provoca tu lengua en mi boca con el cosquilleo de tus besos en el cuello. Sabes lo que haces, me dejo llevar por tu experiencia, aprendo del deseo que me provocas, mis manos experimentan caricias nuevas, perversas y recónditas.
Sólo con tus manos me haces llegar al cielo, mojo como nunca antes me había mojado y pequeñas convulsiones se apoderan de mi ser.. los gemidos son inevitables, quiero llegar a más, pero de momento te conformas con eso...


Las horas siguen pasando, la noche avanza y tus mensajes continúan, tus indirectas me acribillan y logras hacerme plantear si tengo o no ganas de verte... el caso... es que... si, tengo ganas... ya soy toda una mujer, he madurado y mis manos serían capaces de acariciarte como si de una gota de agua resbalando se tratase... El cansancio de todo el día empieza a hacer mella en los dos y la conversación queda pendiente, pendiente de, quizás un último mensaje, de una llamada...
Alargaré la espera y disfrutaré de los momentos que me regalaste, endulzaré tu ausencia con el recuerdo y con el placer que mis manos son capaces de darme.

29 sept 2008

Noche madrileña

Noche de viernes. Todo el mundo habla de la noche madrileña... ¡esta noche sí que se va a hablar! Salimos Úrsula y yo... ¡PELIGRO!

Me arreglo, pelo rizado, maquillaje sencillo pero sensual, pantalón pitillo de color beige, camiseta negra de tirantes, ajustadita y con escotazo, tacones, y complementos a juego.
Cenita en un restaurante italiano... de lujo, de no ser porque ese mismo día había comido en otro italiano... ¡me sale la pasta por las orejas! Yo mato a esta mujer... es terca como ella sola... Café y copas... me voy poniendo a tono.

Después de un rato discutiendo donde ir decidimos salir por Alonso, mezclarnos con el bullicio y ver amanecer Madrid... ¡HORROR! Todos los garitos están hasta arriba, entramos al primero que vemos, llegamos como buenamente podemos hasta la barra... cualquiera diría que es la "happy hour", y pensar que una copa sale por 10 €... A base de codazos disimulados con la mejor de nuestras sonrisas conseguimos hacernos hueco, y ya de paso colocar los bolsos, que ya me podía haber cogido uno más pequeño... (Esto de mi tendencia a las cosas grandes...)

¡Por fin estamos colocadas! Pedimos las copas al camarero (se le ve la pluma a la legua...) el alcohol empieza a hacer efecto, no borramos la sonrisa de nuestra cara y empezamos a tambalearnos al ritmo de la música (al menos lo intentamos porque tal y como está eso de gente...) Se acerca a nosotras el típico pesado y poco ocurrente... viene derechito a por la primera que caiga...
Se nos queda mirando, casi se le veía caer la baba… Es el típico que hace cosa de 13 años que no tiene a una mujer entre sus piernas.
- Esta no es tu noche, pequeño...- Contesta Úrsula sin darle tiempo a abrir la boca. Yo no puedo parar de reír y mirar al chico, a ver si se va...
Empezamos con la risa tonta...
- Maléfica, vuélvete... mira ese cómo está...
- Si, si, ya le he visto, pero es gay... - Y mira que estoy cegata y no me suelo fijar... Recogemos los bártulos y salimos de allí como podemos, hasta el siguiente bar.
Entramos, está igual de lleno, pero la música nos gusta más y el ambiente parece menos pesado. De repente, Úrsula empieza a mirarme de arriba abajo. - ¿Qué haces? ¿Tengo algo? - No, no, niña, que no dejan de mirarnos... ¿no te has fijado?- Ahora que lo dice... es verdad, somos el centro de todas las miradas. Seguimos a nuestra bola, con nuestras risas y nuestras conversaciones sin sentido, criticando y piropeando para nosotras... Se acerca un chico, va directo a Úrsula, ¡una que ya ha ligado!, pienso yo. Se dan dos besos, parece que ya se conocen. Hago un escáner visual al susodicho, lo miro una y otra vez... ¡Cómo está! Es alto, pelo castaño y ojos marrones, lleva unos vaqueros que le marcan culito y camisa blanca. Úrsula intenta hacer las presentaciones pero me encuentro sumida en un pensamiento un tanto... subidito de tono para tratarse de un desconocido...
- Ejem... Héctor, Maléfica...- Dos cordiales besos y una mirada picarona por su parte... Eriza mi piel... Me recreo en el olor que desprende, es guapísimo y simpático... Mmmmmmmm... Mi mente empieza a trabajar... Parece que, por fin la noche se pone interesante.
No estoy acostumbrada a beber, así que la copa empieza a hacer efecto y las indirectas eran mayores. Mi mente lleva ya un rato rondando la idea de lo bien que podríamos pasarlo esa noche Héctor y yo…
Miro a Úrsula, no hace falta que digamos nada, me conoce y sabe que Héctor me gustaba. Nos abandonó con una mala excusa barata y su media sonrisa... ¡Te adoro, niña!

Ya estamos solos, entablamos una conversación medianamente decente, como pudimos, pero en esa jauría era imposible oír nada, se acercaba cada vez más, mi nerviosismo aumentaba... Mmmmmm... De cerca está mejor si cabe. Creo que desprendía más feromonas que la gata de mi vecina. Apoya su mano en mi pierna, la barrera del contacto ya se ha roto… Vibra el móvil, quién será... Mensaje de Úrsula: "Bruja! jajaja bruja te dejo con él, no te digo nada que no estés pensando tú ya , jajajaa. PD. No hagas nada que yo no hiciera.... besos , Úrsula!" Lancé una mirada tierna y cómplice al divisar a Úrsula entre la multitud... él notó algo, la excusé y me dedicó una sonrisa, no acertaría a describirla porque no era capaz de concentrarme. Tenía la mente alborotada y los sentidos puestos en él. Le gustó la idea de quedarse a solas conmigo, lo sé.

Intentamos retomar la conversación donde la habíamos dejado pero fue totalmente imposible y propuso ir a un lugar más tranquilo... ¿Me leyó el pensamiento?
Agarra mi mano y abre paso entre la multitud. Nos preguntan si queremos sello de salida.
- Esta noche no creo que nos haga falta. - Respondo mirándole.
Las colas para entrar en los bares se pierden tras las esquinas de los edificios, los grupos de gente se amontonan en los parques y las aceras y el olor a alcohol y las botellas decoran la calle. Vamos dando un paseo mientras nos vamos conociendo. Hablamos de cosas triviales, gustos musicales, trabajos y poco más... lo sé, podría haber encontrado una conversación más interesante, pero mi mente no estaba pendiente de la conversación precisamente.

Yo seguía pensando en cómo hacer para acabar con la tortura que su sonrisa me había producido al principio de la noche, veía el tiempo pasar, mi excitación aumentar y que no había conseguido nada…

Llevaba ya un rato fantaseando con él cuando me cogió por la cintura, paramos uno frente al otro y nos besamos, sin más.
El beso fue tierno y lleno de pasión, hacía tiempo que no me besaban con esas ganas. Enlazamos nuestras lenguas, juntamos nuestros cuerpos y nos dejamos llevar.
Cogimos un taxi y fuimos a su casa… Vivía en un conocido barrio de Madrid, a unos 20 minutos de donde estábamos. Un piso bien ordenado y custodiado por Ringo, un Rottweiler precioso...




Me ofreció algo de beber, yo sólo tenía sed de él pero acepté la copa, en sólo dos minutos me trajo un Martini rosso con… ¡fresa incluida! Su mirada me inquietaba y a la vez me hacía perder la razón, una mirada pilla que daba a entender que sus intenciones eran las mismas que las mías. Mojé mis labios con el elixir que me había preparado y dejé la copa sobre la mesa. Le quité la camisa mientras mis manos exploraban. Brazos fuertes, con músculos bien definidos y piel suave. Me quité la camiseta, quedándome en sujetador, me senté sobre él y rodeé su cintura con mis piernas. Volví a coger la copa y humedecía mi dedo para dibujar la forma de sus labios. Agarró mis nalgas y se levantó, nuestras bocas se buscaban en besos rápidos y desesperados. Fuimos al dormitorio, desnudándonos por el camino y tirando la ropa por el pasillo. Mi excitación aumentaba a medida que era consciente de lo que iba a ocurrir, no sé si por el morbo de que apenas sabía nada de él o porque sus caricias me estaban volviendo loca...

Ya sobre las sábanas, dedicó tiempo a los juegos previos, nos entretuvimos con miles de caricias y besos, descubrí zonas de mi cuerpo olvidadas, su lengua acarició cada milímetro de mi piel, haciendo que arqueara mi espalda... Sentí el sexo oral de una forma diferente, el primer orgasmo fue provocado por su lengua, sus besos, sus mordiscos, me hizo estremecer...
No perdía detalle de mi cuerpo, mis gemidos eran intensos, como los espasmos que estaba experimentando.
Llegó el momento de que él también disfrutara.
Le tumbé de espaldas a mí, completamente desnudo y recorrí su espina dorsal con mi dedo índice, hasta llegar a su trasero, bien formado, perfecto.
Entre abrí mis labios y sujeté con ellos la fresa, que había sido testigo de todo lo ocurrido hasta el momento, hice lo mismo que había hacho con mi dedo segundos antes, quería que sintiera el contraste del frío con mi cálido aliento.

A esas alturas de la noche mi cuerpo sólo me pedía sentirle dentro de mí, había hecho de aquella dulce tortura casi un castigo.
Pude notar que le gustaba la decisión, sin titubeos y tomé las riendas, monté a horcajadas e hicimos del sexo un maravilloso ritual, mezclando las caricias con momentos apasionados. Movía mis caderas en círculos, él guiaba el ritmo acompasando con sus manos. Acariciaba y lamía mis pechos, su lengua jugaba con mis pezones, duros como piedras, estaba totalmente descontrolada, no quería que esa noche acabara nunca.
Me dejó descansar un par de segundos, lo que tardó en cambiar de postura, alzó mis piernas y las posó sobre sus hombros, me embestía una y otra vez, acariciaba su cuerpo, su nuca, y jugaba con su pelo, así llegué por segunda vez al súmmum…

Alargamos el momento hasta que el sol entró por las rendijas de la persiana avisando de la llegada del día. El cansancio se presentó en el dormitorio haciéndonos caer de sueño...


25 sept 2008

Sms


Delante del ordenador, sin nada mejor que hacer, miro por el ventanal, el día está gris, oscuro, da pena salir a la calle... Las gotas de lluvia resbalan por la ventana... resoplo, intento encontrar algo que hacer... en estos casos la compañía de un buen amigo es esencial...
"Stoy sla n ksa...tiens plns? m aburro..." -- ENVIAR --

Voy a la cocina, cojo un vaso de agua y bebo. Suena el móvil, he recibido un mensaje... no me lanzo a por él, me tomo mi tiempo... una cosa es sentirse sola y otra muy distinta mostrar desesperación...
"Q plns m ofrecs tu? a lo mjr pued acr 1sfuerz..."

"Plns? ningno..slo mi cmpañia, t parec pko?" -- ENVIAR --

Enciendo la tele, hago zapping buscando algo interesante... Parece que lo más entretenido es la película de sobre mesa, esas que empiezan a las 15.45 y terminan a las 20.30...
Respondes al mensaje.
"N parce mla idea...n 15 min stoy alli"





No contesto, no tengo la intención de alargar más esa absurda conversación vía sms. Estoy tan acostumbrada a tus visitas que ni siquiera intento arreglarme... aún tengo el pelo mojado de la ducha, no me he puesto las lentillas, llevo chándal y calcetines... no me vuelvo loca revisando el armario para vestirme con mis mejores galas...
Miro la película, no me entero de nada... oigo el motor de tu coche.
Abro la puerta y te encuentro de frente. Buscas mis labios en un tímido beso, hago un gesto con la cabeza invitándote a pasar. Hace tiempo que acabamos con los formalismos, hay confianza suficiente como para evitar la típica conversación casual y sin sentido. Voy a la cocina a por un par de botellines, bebemos tranquilamente mientras nos ponemos al día de nuestras vidas.

La cerveza se acaba y con ella la conversación, las manos toman el control de la situación, las caricias se apoderan de nuestros cuerpos, los besos siguen sus pasos. Conoces mi secreto y el hecho de que pueda jugar con tu mente a mi antojo te encanta.
La lluvia cae con más fuerza, pero tenemos tiempo de sobra para esperar a que escampe. La tele sigue puesta, y nuestra posición ha cambiado. Ahora tu cuerpo está sobre el mío, tumbados en el sofá, dejándonos llevar por los instintos más animales... Mi camiseta te estorba, casi me la arrancas en tu afán por quitármela. Con una mano desabrochas mi sujetador, se te ve puesto en la materia... la otra mano se cuela bajo el pantalón y palpa sobre mi ropa interior, rozas suavemente y presionas, la humedad casi traspasa el tanguita...
Tus besos llenan mi boca, nuestras lenguas juegan, buscas cada rincón de mi boca, exploras con tus caricias mis pechos, mi espalda, a esas alturas tus dedos ya están mojados por mí, te detienes y me miras de arriba a abajo... En un movimiento rápido me quitas la poca ropa que me queda, calcetines incluídos.
Mis manos recorren tu pecho, acarician tu cuello, bajan por tu estómago y tocan por encima de tu ropa... Estás tan excitado que parece vayas a estallar, te desnudo despacio, deleitándome con tu cuerpo, sólo el segundero corre, haciendo que el tiempo pase... miro el reloj que cuelga de la pared y hago que se detenga, la imagen de la tele se queda congelada, las gotas dejan de caer y penden de un hilo invisible.


Te miro y sonrío, puedes ver mi picardía. -Ahora si...- Susurras. Termino de desnudarte, tu pene salta vigoroso, mis manos se apoderan de él, lo acarician, lo agitan... Te aparto de mí, te empujo contra el sillón y me pongo encima, entro despacio, lubricada... se te escapa un gemido, cierro los ojos, te brindo una vista maravillosa de mi cuerpo, puedes tocar, besar y acariciar cuanto quieras. Damos rienda suelta a nuestra imaginación, recorremos casi cada dormitorio, la cocina, la ducha... Empezamos una y otra vez, nos entregamos al deseo. Caemos rendidos sobre el suelo, la respiración aún está agitada, no dejamos de besarnos. Apoyas tu cabeza sobre mi pecho, los latidos de mi corazón te relajan, hago que el reloj vuelva a caminar, las gotas vuelven a caer, beso tus labios, apago la tele y nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente despierto a tu lado. Es hora de despedirse...
- Cuando te sientas sola, no dudes en avisarme.- Nos besamos y sales por la puerta. -No dejaré que pase mucho tiempo hasta la próxima tarde aburrida...- Al escucharme decir esto sonríes y desapareces en tu coche.

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