27 jun 2013

El arte de desnudarse

Adoro mi cuerpo y me encanta cada rato que paso con él a solas, cada momento que nos regalamos, esos momentos íntimos en los que el mundo se para. Toda mujer vive ese momento, pero pocas mujeres se paran a disfrutarlo.

Uno de los momentos del día que más placer me provoca es la hora de desnudarme. Me parece un momento íntimo, personal, erótico.

No importa el día que haya tenido, la hora que sea o de donde venga. Ese momento mágico en el que entro en casa y, una vez suelto lo que lleve en las manos, simplemente, llega.

Cuidadosamente, y mientras acaricio el lóbulo, retiro, uno a uno mis pendientes. Después, si llevo el pelo suelto, lo aparto y lo dejo reposando sobre mi hombro para quitarme el collar o la cadena. En este sensual baile, mientras mis brazos se mueven, las pulseras se balancean, arriba y abajo. Chocando entre sí y produciendo un dulce tintineo. Con una de las manos, abrazo las pulseras y las hago salir por mis huesudas muñecas. Las dejo reposando también en el tocador.

Saco zapato a zapato lentamente. Mi estatura disminuye considerablemente. Qué placer deshacerse de esas alargadas y finas agujas que llevan todo el día soportando mi peso, mis pasos, mis contoneos.

Lucho levemente con la cremallera que lleva el vestido en la parte de atrás. A media espalda, me ayudo con las dos manos.
Lentamente, no tengo prisa. Una vez la cremallera está abajo, deslizo un tirante, luego el otro y tiro de la tela hacia abajo, noto cómo se hunde en mi pecho al pasar por ellos. Termino de bajar el vestido por mis caderas hasta que cae sobre mis pies. Lo recogo delicadamente y lo dejo sobre la cama.

Mi conjunto de ropa interior, cuidadosamente escogido por la mañana, y unas sensuales medias negras con liguero, es lo que me cubre en estos momentos. Coqueta, me miro en el espejo, acaricio el encaje de mi sujetador, y cubro con las palmas de las manos sus copas. Sujetadores mágicos, que elevan mi escote y lo hacen deliciosamente apetecible. Tiene el broche delantero. Lo hago desencajar y mis pechos saltan, libres de su opresión. Los pezones están duros. Acaricio mi vientre y rozo el borde de la braguita, deslizo las manos hasta mi trasero y las voy bajando, quedando mi perfectamente depilado pubis descubierto. Lo rozo suavemente y continúo desnudándome, no sin antes pensar que en cuanto esté completamente desnuda, voy a sacar del cajón mi juguetito favorito, para terminar el día totalmente relajada.


Paso a las piernas, estirando con cariño el elástico del liguero de la media y las bajo poco a poco, hasta que, una a una, salen de mis piernas.

Ahora si, totalmente desnuda, me acerco al cajón de mi mesita de noche, cojo mi vibrador y me tumbo en la cama. El sol aún entra por el hueco de la persiana, iluminando con sus últimos brillos parte de la cama. Me olvido del tiempo, no pienso en nada más y dejo que mi respiración se agite hasta alcanzar un dulce y mojado orgasmo.

Una ducha y el día ha acabado.


1 comentario:

Juan De Marco. dijo...

Yo saco sus bragas de entre las telas de mi pantalón, inhalo frente a sus ojos , aún se pueden sentir tibias y húmedas entre mis dedos, su esencia me trastorna, mis pulmones se llenan de su perfume, del olor de su sexo excitado, me vuelven un animal y quiero correr para levantarla en andas, para tirarla sobre la cama, y enterrarme en ella, aprieto la prenda con mis manos y nuevamente inhalo más fuerte que la primera vez, mi sangre corre rápido impulsada por mi corazón..

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