29 sept 2008

Noche madrileña

Noche de viernes. Todo el mundo habla de la noche madrileña... ¡esta noche sí que se va a hablar! Salimos Úrsula y yo... ¡PELIGRO!

Me arreglo, pelo rizado, maquillaje sencillo pero sensual, pantalón pitillo de color beige, camiseta negra de tirantes, ajustadita y con escotazo, tacones, y complementos a juego.
Cenita en un restaurante italiano... de lujo, de no ser porque ese mismo día había comido en otro italiano... ¡me sale la pasta por las orejas! Yo mato a esta mujer... es terca como ella sola... Café y copas... me voy poniendo a tono.

Después de un rato discutiendo donde ir decidimos salir por Alonso, mezclarnos con el bullicio y ver amanecer Madrid... ¡HORROR! Todos los garitos están hasta arriba, entramos al primero que vemos, llegamos como buenamente podemos hasta la barra... cualquiera diría que es la "happy hour", y pensar que una copa sale por 10 €... A base de codazos disimulados con la mejor de nuestras sonrisas conseguimos hacernos hueco, y ya de paso colocar los bolsos, que ya me podía haber cogido uno más pequeño... (Esto de mi tendencia a las cosas grandes...)

¡Por fin estamos colocadas! Pedimos las copas al camarero (se le ve la pluma a la legua...) el alcohol empieza a hacer efecto, no borramos la sonrisa de nuestra cara y empezamos a tambalearnos al ritmo de la música (al menos lo intentamos porque tal y como está eso de gente...) Se acerca a nosotras el típico pesado y poco ocurrente... viene derechito a por la primera que caiga...
Se nos queda mirando, casi se le veía caer la baba… Es el típico que hace cosa de 13 años que no tiene a una mujer entre sus piernas.
- Esta no es tu noche, pequeño...- Contesta Úrsula sin darle tiempo a abrir la boca. Yo no puedo parar de reír y mirar al chico, a ver si se va...
Empezamos con la risa tonta...
- Maléfica, vuélvete... mira ese cómo está...
- Si, si, ya le he visto, pero es gay... - Y mira que estoy cegata y no me suelo fijar... Recogemos los bártulos y salimos de allí como podemos, hasta el siguiente bar.
Entramos, está igual de lleno, pero la música nos gusta más y el ambiente parece menos pesado. De repente, Úrsula empieza a mirarme de arriba abajo. - ¿Qué haces? ¿Tengo algo? - No, no, niña, que no dejan de mirarnos... ¿no te has fijado?- Ahora que lo dice... es verdad, somos el centro de todas las miradas. Seguimos a nuestra bola, con nuestras risas y nuestras conversaciones sin sentido, criticando y piropeando para nosotras... Se acerca un chico, va directo a Úrsula, ¡una que ya ha ligado!, pienso yo. Se dan dos besos, parece que ya se conocen. Hago un escáner visual al susodicho, lo miro una y otra vez... ¡Cómo está! Es alto, pelo castaño y ojos marrones, lleva unos vaqueros que le marcan culito y camisa blanca. Úrsula intenta hacer las presentaciones pero me encuentro sumida en un pensamiento un tanto... subidito de tono para tratarse de un desconocido...
- Ejem... Héctor, Maléfica...- Dos cordiales besos y una mirada picarona por su parte... Eriza mi piel... Me recreo en el olor que desprende, es guapísimo y simpático... Mmmmmmmm... Mi mente empieza a trabajar... Parece que, por fin la noche se pone interesante.
No estoy acostumbrada a beber, así que la copa empieza a hacer efecto y las indirectas eran mayores. Mi mente lleva ya un rato rondando la idea de lo bien que podríamos pasarlo esa noche Héctor y yo…
Miro a Úrsula, no hace falta que digamos nada, me conoce y sabe que Héctor me gustaba. Nos abandonó con una mala excusa barata y su media sonrisa... ¡Te adoro, niña!

Ya estamos solos, entablamos una conversación medianamente decente, como pudimos, pero en esa jauría era imposible oír nada, se acercaba cada vez más, mi nerviosismo aumentaba... Mmmmmm... De cerca está mejor si cabe. Creo que desprendía más feromonas que la gata de mi vecina. Apoya su mano en mi pierna, la barrera del contacto ya se ha roto… Vibra el móvil, quién será... Mensaje de Úrsula: "Bruja! jajaja bruja te dejo con él, no te digo nada que no estés pensando tú ya , jajajaa. PD. No hagas nada que yo no hiciera.... besos , Úrsula!" Lancé una mirada tierna y cómplice al divisar a Úrsula entre la multitud... él notó algo, la excusé y me dedicó una sonrisa, no acertaría a describirla porque no era capaz de concentrarme. Tenía la mente alborotada y los sentidos puestos en él. Le gustó la idea de quedarse a solas conmigo, lo sé.

Intentamos retomar la conversación donde la habíamos dejado pero fue totalmente imposible y propuso ir a un lugar más tranquilo... ¿Me leyó el pensamiento?
Agarra mi mano y abre paso entre la multitud. Nos preguntan si queremos sello de salida.
- Esta noche no creo que nos haga falta. - Respondo mirándole.
Las colas para entrar en los bares se pierden tras las esquinas de los edificios, los grupos de gente se amontonan en los parques y las aceras y el olor a alcohol y las botellas decoran la calle. Vamos dando un paseo mientras nos vamos conociendo. Hablamos de cosas triviales, gustos musicales, trabajos y poco más... lo sé, podría haber encontrado una conversación más interesante, pero mi mente no estaba pendiente de la conversación precisamente.

Yo seguía pensando en cómo hacer para acabar con la tortura que su sonrisa me había producido al principio de la noche, veía el tiempo pasar, mi excitación aumentar y que no había conseguido nada…

Llevaba ya un rato fantaseando con él cuando me cogió por la cintura, paramos uno frente al otro y nos besamos, sin más.
El beso fue tierno y lleno de pasión, hacía tiempo que no me besaban con esas ganas. Enlazamos nuestras lenguas, juntamos nuestros cuerpos y nos dejamos llevar.
Cogimos un taxi y fuimos a su casa… Vivía en un conocido barrio de Madrid, a unos 20 minutos de donde estábamos. Un piso bien ordenado y custodiado por Ringo, un Rottweiler precioso...




Me ofreció algo de beber, yo sólo tenía sed de él pero acepté la copa, en sólo dos minutos me trajo un Martini rosso con… ¡fresa incluida! Su mirada me inquietaba y a la vez me hacía perder la razón, una mirada pilla que daba a entender que sus intenciones eran las mismas que las mías. Mojé mis labios con el elixir que me había preparado y dejé la copa sobre la mesa. Le quité la camisa mientras mis manos exploraban. Brazos fuertes, con músculos bien definidos y piel suave. Me quité la camiseta, quedándome en sujetador, me senté sobre él y rodeé su cintura con mis piernas. Volví a coger la copa y humedecía mi dedo para dibujar la forma de sus labios. Agarró mis nalgas y se levantó, nuestras bocas se buscaban en besos rápidos y desesperados. Fuimos al dormitorio, desnudándonos por el camino y tirando la ropa por el pasillo. Mi excitación aumentaba a medida que era consciente de lo que iba a ocurrir, no sé si por el morbo de que apenas sabía nada de él o porque sus caricias me estaban volviendo loca...

Ya sobre las sábanas, dedicó tiempo a los juegos previos, nos entretuvimos con miles de caricias y besos, descubrí zonas de mi cuerpo olvidadas, su lengua acarició cada milímetro de mi piel, haciendo que arqueara mi espalda... Sentí el sexo oral de una forma diferente, el primer orgasmo fue provocado por su lengua, sus besos, sus mordiscos, me hizo estremecer...
No perdía detalle de mi cuerpo, mis gemidos eran intensos, como los espasmos que estaba experimentando.
Llegó el momento de que él también disfrutara.
Le tumbé de espaldas a mí, completamente desnudo y recorrí su espina dorsal con mi dedo índice, hasta llegar a su trasero, bien formado, perfecto.
Entre abrí mis labios y sujeté con ellos la fresa, que había sido testigo de todo lo ocurrido hasta el momento, hice lo mismo que había hacho con mi dedo segundos antes, quería que sintiera el contraste del frío con mi cálido aliento.

A esas alturas de la noche mi cuerpo sólo me pedía sentirle dentro de mí, había hecho de aquella dulce tortura casi un castigo.
Pude notar que le gustaba la decisión, sin titubeos y tomé las riendas, monté a horcajadas e hicimos del sexo un maravilloso ritual, mezclando las caricias con momentos apasionados. Movía mis caderas en círculos, él guiaba el ritmo acompasando con sus manos. Acariciaba y lamía mis pechos, su lengua jugaba con mis pezones, duros como piedras, estaba totalmente descontrolada, no quería que esa noche acabara nunca.
Me dejó descansar un par de segundos, lo que tardó en cambiar de postura, alzó mis piernas y las posó sobre sus hombros, me embestía una y otra vez, acariciaba su cuerpo, su nuca, y jugaba con su pelo, así llegué por segunda vez al súmmum…

Alargamos el momento hasta que el sol entró por las rendijas de la persiana avisando de la llegada del día. El cansancio se presentó en el dormitorio haciéndonos caer de sueño...


2 comentarios:

Lydia dijo...

Es genial esa forma de ir relatando cada instante con tanta naturalidad y consigues hacer familiar, cercana y muy amena la lectura, para adentrarte después en el mundo de la pasión, en momentos realmente excitantes... gracias...

Besito.

Anónimo dijo...

bueno pequeña, soy raquel, te deje un comentario n tu espacio, y lei la historia que me has dedicado sobre mi compi el segurata....como siempre EXCEPCIONAL.

como sabrás me ha encnado y has dado al relato el punto justo, y e de ecirte que esa historia tiene de cierto másde o que te piensas...jajajaja.

un besazo mi niña, te seguiré leyendo siempre.

muuuuuuuuuuuuuuaks

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